“La sensación de inferioridad me hacía estar decaída y triste todos los días, con ganas de llorar a diario”.
“Esta enfermedad es como una semilla que has plantado sin querer, y que riegas día a día de forma inconsciente, hasta que crece y te desgarra por dentro con las ramas”.
“Aunque yo sabía que pasaba algo, incluso intuía lo que era, me negaba a aceptarlo. Y no es que no quisiera verlo, es que me aterraba”.